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La casa de basalto y otras historias

  • Foto del escritor: Jeff Ruiz Rave
    Jeff Ruiz Rave
  • 11 jul 2019
  • 2 Min. de lectura

Antología de relatos publicada en 2019 por Fallidos Editores.







PRÓLOGO (FRAGMENTO):


"Supongamos que Jeff Ruiz no existe. Mejor dicho, que Jeff Ruiz es, ontológicamente hablando, un escritor imaginado por otro y que solo existe como heterónimo. Fue Fernando Pessoa quien transformó el sentido de este recurso en un verdadero género literario al dar vida a un sinnúmero de personajes, múltiplos de sí mismo desdoblado, expresión ilimitada de su alteridad compleja, “otros de sí mismo”, como llegó a describir sus creaciones. Es posible que no sepamos qué autor haya dado vida a Jeff Ruiz, o, si lo sabemos, entramos en el juego y nos abstenemos de declarar su ortónimo, es decir, el verdadero creador de su obra, el origen, la voz detrás de su voz. Solo sabemos que Ruiz nació en 1991, el mismo año en que se inició la operación Tormenta del Desierto y apareció el Super Nintendo, el año en que murieron Klaus Kinsky, Miles Davies, Gene Rodenberry y Fredy Mercury. De los siete relatos que componen La casa de basalto, cuatro están representados por apenas dos personajes centrales, en el resto, si mucho, desfilan sin demasiada resonancia dos o tres caracteres más, rehenes de un mundo extraño y crepuscular. Es el mundo según Jeff: un escenario lacónico y despoblado, un lienzo en blanco, como asegura uno de los personajes en Autorretrato en blanco con Milena: “Salvo por los dos, esta llanura desértica está completamente despoblada. Es un lienzo en blanco.” O es, una casa en la que no cabe ni la orientación ni las formas regulares, “una vivienda en la que no se pudiera saber instintivamente cómo habitar”, tal y como nos cuenta en La casa de basalto, la última narración en la que Jeff Ruiz nos presenta su morada interior: “También recuerdo perfectamente ese patio, lo reconstruyo en mi mente, era tu lugar favorito en toda la construcción. Todavía puedo ver su forma irregular y puedo sentir esa atmósfera que oprimía el pecho, porque pese a que lo presentaras como un patio, la verdad es que era igual al resto de la casa: vacío de luz, vacío de aire, húmedo, desafiante. Lo llamaríamos patio —me explicaste— por ser el único sitio en el cual podríamos movernos libremente, dado que aún no lo penetraba la vegetación que crecía en los cuartos.” Es el trastrueque, la alteración de la lógica real lo que lo conmueve: no es la fronda vegetal la que habita su mundo, es el silencio, la soledad y la luz que huye de esa casa desolada."



Gustavo López Ramírez





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